Fue un 18 de noviembre 2006. Eran la primera fecha de los cuadrangulares y Millonarios le ganaba 1-0 al Independiente Medellín en El Campín. Sin embargo, el azul estaba contra las cuerdas y para colmo de males se quedó sin sus dos arqueros, primero tras la lesión de Juan Carlos Henao y luego por la expulsión de José Fernando Cuadrado, quien de paso cometió un penal en contra del azul.

Con los cambios realizados y sin alternativas en el banco, Juan Carlos Osorio, entrenador esa vez del equipo bogotano, se tomó la cabeza. Sin embargo, una ayuda inesperada llegó en ese momento para el técnico, quien apenas sumaba unos meses en el fútbol colombiano. Ricardo Ciciliano tomó la iniciativa y se ofreció para ubicarse debajo de los tres palos y hacer frente al penal del DIM. 

 

 

 

No habiendo más, Osorio aceptó. Ciciliano se puso aquel saco Saeta de arquero y caminó hasta el arco sur del estadio El Campín. Se tenía que ver las caras, frente a frente, con Jaime Castrillón, el volante del Independiente Medellín, encargado de patear la bola y buscar el 1-1. Faltaba poco para el final del partido, con un equipo local asfixiado y golpeado anímicamente por las circunstancias del encuentro.

 

 

Más de 40 mil aficionados estaban de pie, testigos de una afrenta típica del fútbol, aferrados a la esperanza de Ciciliano, que tal como reconoció después, le gustaba quedarse en los entrenamientos haciendo las veces de arquero cuando la jornada había finalizado. Sin embargo, aquello que hacía más por diversión, sirvió para zafar del problema y salvar la victoria a Millonarios ante la nerviosa fanaticada. 

 

 

Apeló a la lógica, comentó en rueda de prensa, para detener el remate de Castrillón al mandar el balón a media altura, por el palo derecho. El derecho patea a la derecha, explicó Ciciliano, quien por primera vez salió coreado por la tribuna albiazul en un encuentro imborrable para los que fueron testigos de aquella hazaña personal.

Fuente: Antena 2|

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